sábado, 7 de mayo de 2011

La escalera

No se qué lugar es, tampoco se qué hago acá. Es un paisaje extraño, casi desierto; una amplia llanura sin vegetación, sólo tierra polvorienta y alguna que otra piedra. Cerca mío hay una especie de refugio: una casa muy pequeña de color blanco y en uno de sus costados hay escalones que llevan al techo. No tiene ninguna ventana, sólo una abertura como entrada pero sin ninguna puerta ni cortina que pueda molestar el ingreso.

A pocos metros de ese refugio veo erguida verticalmente una altísima escalera de madera. Sin saber que hace ahí empiezo a subirla. Subo bien alto hasta casi no distinguir la superficie. Miro hacia arriba y no logro ver donde termina la escalera, sin embargo sigo subiendo. Comienza a soplar una leve brisa que me hace temer una posible caída, entonces me detengo y me aferro fuertemente a la escalera esperando que la brisa se detenga o que se me pase el miedo.

En ese momento noto que en mi escalera hay, del otro lado, un extraño sujeto mirando hacia arriba intentando subirla también. El extraño sujeto rodea con sus brazos la escalera hasta apoyar sus manos en mis hombros. Baja su mirada para pedirme que suba. Sin jamás haber visto antes a esa persona, deposito en él una confianza inmensa, más grande que la que podría darle a un amigo o a un familiar, es como si ese extraño sujeto se tratara de una extensión de mi ser, quizás sea mi alma o quizás sea una representación personificada del valor que necesito para ir más arriba. Le obedezco y sigo subiendo a pesar de la brisa que movía levemente la escalera.

Luego de subir unos cuantos peldaños miro hacia abajo y ya no distingo ni el refugio ni el comienzo de la escalera. Estoy muy, muy alto y mi temor de caer crece cada vez más. Me detengo nuevamente. El extraño sujeto aún sigue con sus manos sobre mis hombros y sin dejar de mirar hacia arriba me pide que suba sólo un peldaño más. Con enorme vértigo miro hacia abajo y sólo veo niebla. Miro hacia arriba y sigo sin ver el final de la escalera. Miro hacia el horizonte y no veo ningún paisaje, sólo distingo a lo lejos y muy distantes entre sí, otras escaleras iguales a la mía y con gente que también intenta subirlas.

Le digo al extraño sujeto que si cierro los ojos puedo animarme a subir sólo un peldaño más. No me responde. Sigue estático con sus manos sobre mis hombros y mirando hacia arriba. Siempre miraba hacia arriba. Lo veo que se encuentra un poco más elevado de lo que estaba hace instantes; por debajo de cada uno de sus descalzos pies hay una pila de otros pies humanos descalzos también, como si hubieran sido amputados de otros cuerpos para ayudarlo a subir, pero no veo sangre, intento encontrar cicatrices o algún rastro de sutura pero el miedo a caer me dificulta mover la cabeza para poder ver con más detalle los tobillos de estos pies.

No quiero quedar abajo del extraño sujeto, cierro los ojos con toda mi fuerza y logro subir un peldaño más. Ejerzo demasiada fuerza con los párpados para evitar que mis ojos puedan abrirse accidentalmente. A tal punto que siento dolor en los párpados y empiezo a perder el sentido del tacto en el resto del cuerpo; no siento mis pies sobre la escalera, no siento las manos del extraño sujeto sobre mis hombros, no siento el viento, tampoco siento como si estuviera flotando en el aire, es raro, muy raro, no siento nada.

Toda esta sensación me asusta pero aún no me animo a volver a abrir los ojos, sólo disminuyo la fuerza de mis párpados pero la sensación no cambia, sigo sin sentir nada. Superado por este nuevo temor, abro mis ojos asustado, recupero el sentido del tacto, vuelvo a sentir la brisa y me encuentro aferrado a la escalera aunque un par de peldaños más abajo de dónde estaba antes de cerrar los ojos. Pero también me percato de que el extraño sujeto ya no se encuentra del otro lado de la escalera junto a mí. ¿Habrá caído al vacío, producto de su codicia de querer subir cada vez más? ¿Habrá desaparecido de la misma manera que apareció al notar que yo ya no le daba importancia a su ayuda? ¿Habrá conseguido subir más alto y llegar hasta la meta que se propuso, dejándome a mí abajo, con mi temor a caer y mis ojos cerrados? Y lo más curioso: ¿Quién era realmente ese extraño sujeto?. Todas estas preguntas tendrían respuesta, sólo si yo hubiera tenido el valor para seguir subiendo la escalera.

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